Las células sanas tienen unas necesidades de alimento, energía y eliminación de detritus que impiden actitudes excesivamente expansivas y «booms» de reproducción, una célula precisa para crecer de un vaso sanguíneo cerca desde donde le lleguen los nutrientes y, si no lo encuentra, la célula muere. De igual forma, una célula necesita un «lavabo» cerca. Una fuente donde eliminar todos sus productos tóxicos sería como echarlos a la linfa y a los misteriosos conductos linfáticos, pero es que además el tejido fisiológico tiene unos requerimientos dietéticos bastante finos y necesita un aporte equilibrado de nutrientes para hacer su función normal.
La célula tumoral, en cambio, se lo monta ella sola, se construye su cocina, su lavabo y come lo que le echen. Las células cancerosas son, en ese sentido, capaces de atraer hacia ellas, como un imán, vasos sanguíneos especiales para que las alimenten como si fueran vampiros, y de la misma manera captan tuberías linfáticas especiales para eliminar sustancias que pudieran frenar su crecimiento.
Asimismo, pueden cambiar su metabolismo y modificar su menú para pasar de alimentarse de una forma tranquila y empezar con los self services de comida rápida , porque las células tumorales necesitan energía rápida aunque sea de mala calidad, ya que no dejan de crecer. Son, en definitiva, inmortales, tienen su cronómetro parado y parasitan tierras extrañas.
Por tanto, las distintas terapias para frenar el cáncer irán encaminadas a atacar y reparar los cambios y comportamientos descritos. Sus fortalezas serán también sus debilidades.